HISTORIAS DE USUARIOS DEL BLOG


El Abrazo Frío (INTRIGA)

Él era un artista; las cosas como las que le pasaron, algunas veces le pasan a los artistas.
Él era alemán; las cosas como las que le pasaron, algunas veces le pasan a los alemanes.
Él era joven, apuesto, estudioso, estusiasta, metafísico, descuidado, incrédulo, despiadado.
Y siendo joven, apuesto, y elocuente, también fue amado.
Él era un huérfano, bajo la tutoría del hermano de su difunto padre, su tío Wilhelm, en cuya casa él había vivido desde su temprana infancia; y aquella que lo amó era su prima, Gertrude, a quien le juró que amaba, a cambio.
¿Él la amaba? Sí, cuando por primera vez se lo juró, sí. Pero pronto su pasión terminó; ¡y cómo al final se convirtió en un sentimiento miserable en el egoísta corazón del estudiante! ¡Pero que bello sueño, cuando él tenía solo diecinueve años, y había regresado de su aprendizaje con un gran pintor en Amberes, y ellos vagaban juntos en los más románticos alrededores de la ciudad, con rosado crepúsculo o con la divina luz de luna o la brillante y jovial luz matinal!
Ellos tenían un secreto, que era la ambición del padre de la chica de que ella tuviera un rico pretendiente. Era una lúgubre visión frente al amor soñado.
Así que se comprometieron; y estando uno al lado del otro, cuando la agonizante luz del sol y la pálida luz de la luna dividían los cielos, él puso el anillo de compromiso en el dedo de ella, en su blanco e inmaculado dedo, cuya delgada forma él conocía bien. Este anillo era bastante particular, tenía la forma de una gran serpiente dorada, la cola en la boca, que era el símbolo de la eternidad; había pertenecido a su madre, y él lo podría haber reconocido de entre cientos. Si se hubiera vuelto ciego al otro día, él podría distinguirlo entre cientos con solo el tacto.
Lo puso en el dedo de ella, y ambos se juraron fidelidad, el uno al otro, por siempre jamás, sin importar peligros o dificultades, en los pesares y en los cambios, en la riqueza o la miseria. Aún debían conseguir el consentimiento del padre para consumar su unión, pero ya estaban comprometidos, y solo la muerte podría separarlos.
Pero el joven estudiante, burlón de las revelaciones, y entusiasta adorador de lo místico, preguntó:
"¿Puede la muerte separarnos? Yo podría regresar a tí, Gertrude. Mi alma podría volver para estar cerca de mi amor. Y tú, tú, si tu mueres antes que yo, la fría tierra no podría separarte de mí; si me amas, tu regresarías, y nuevamente estos bellos brazos estarían alrededor de mi cuello, como lo están ahora."
Pero ella le respondió, con un extraño brillo en sus profundos ojos azules, que el que muriera lo haría en paz con Dios e iría feliz al cielo, y no podría regresar a la atribulada tierra; y solamente el suicidio, la pérdida que provoca que los afligidos ángeles cierren las puertas del Paraíso, provoca que el infausto espíritu persiga a los vivos.
Transcurrió el primer año de su compromiso, y ella se quedó sola, a causa del viaje de él a Italia, por comisión de algún hombre rico, para copiar Rafaeles, Tizianos y Guidos en una galería en Florencia. Quizás habría marchado para ganar fama; pero esto no era lo peor... ¡sino que se había ido! Por supuesto, su padre extrañó a su joven sobrino, quien había sido como un hijo para él; y pensó que la tristeza de su hija no era más que la que una prima puede sentir por la ausencia de un primo.
Durante ese tiempo, las semanas y los meses pasaron. Los amantes se escribían, primero muy seguido, luego con menos frecuencia, al final dejaron de hacerlo.
¡Cuántas excusas ella se inventó para él! ¡Cuántas veces ella fue a la lejana oficina postal, a la que él dirigía sus cartas! ¡Cuántas veces ella esperó, solo para verse decepcionada! ¡Cuántas veces ella desesperó, solo para tener una nueva esperanza!
Pero la real desesperación vino, al final, y no se fue más. El rico pretendiente apareció en escena, y el padre se decidió. Ella tenía que casarse de inmediato, y la fecha de la boda se fijó para el quince de junio.
La fecha parecía abrasarle la mente.
La fecha, escrita en fuego, danzaba permanentemente frente a sus ojos. Esa fecha, gritada por las Furias, sonaba contínuamente en sus oídos.
Pero aún no era tiempo, estábamos a mediados de mayo, estábamos a tiempo para escribirle una carta a Florencia; era tiempo de que regrese a Brunswick, para tomarla y unirse en matrimonio a ella. A pesar de su padre, a pesar del mundo entero.
Pero los días y las semanas volaron, y él no escribió. Y tampoco vino. Esto en verdad la desesperó, y ese sentimiento se adueñó de su corazón y ya no se marchó.
Llegó el catorce de junio. Por última vez ella fue a la pequeña oficina postal; por última vez hizo la vieja pregunta, y por última vez le respondieron: "No; no hay carta."
Por última vez, ya que al otro día sería la fecha fijada para la boda. Su padre no escucharía apelaciones; su rico pretendiente no escucharía sus oraciones. Ellos no querían demorarse ni un solo día, ni una hora; esa noche sería suya, esa noche, ella podría hacer lo que quisiera.
Ella tomó otro camino que el que llevaba a su casa; se dio prisa a través de algunas callejuelas de la ciudad, pasó por un solitario puente, donde ella y su amado habían estado de pie frente al crepúsculo, mirando el cielo tornarse rosado, y el sol caer sobre el horizonte del río.
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Él regresó de Florencia. Él había recibido la carta de ella. Esa carta, borroneada con lágrimas, surcada de ruegos y llena de desesperanza. Él la había recibido, pero ya no la amaba. Una joven florentina, quien había posado para él como modelo vivo, poblaba sus ilusiones. Y Gertrude había quedado casi olvidada. Si ella tenía algún pretendiente rico, bien; la iba a dejar que se casara; mejor para ella, mejor para él. Él ya no tenía deseos de encadenarse a ninguna mujer. ¿No tenía su arte? Su eterna novia, su constante mujer.
De esta manera él decidía demorar su vuelta a Brunswick, de manera que cuando arribara, el casamiento ya se hubiera celebrado, y él pudiera saludar a la novia.
¿Y los votos, las ilusiones místicas, la creencia en su regreso después de la muerte, para abrazar a su amada? Oh, extinguidos para siempre de su vida; desaparecidos para siempre, solo sueños irracionales de su juventud.
Así que el quince de junio él entró en Brunswick, por ese mismo puente en el que había estado de pie, con las estrellas cayendo sobre ella, bajo el cielo nocturno. Caminó a través del puente, un perro tosco le seguía el paso, y el humo de su corta pipa rizándose en forma de guirnaldas fantásticas en el puro aire de la mañana. Llevaba su cuaderno de bocetos bajo el brazo, y se su ojo artístico se vio atraído por algunos objetos, ante los cuales se paró a dibujarlos: unas hierbas y unos guijarros sobre la ribera del río; un despeñadero sobre la orilla opuesta; un grupo de sauces a la distancia. Cuando hubo terminado, admiró su dibujo, cerró el cuaderno, vació las cenizas de la pipa, volvió a llenarla con su bolsita de tabaco, y cantó el refrán del feliz bebedor, llamó al perro, fumó nuevamente, y siguió caminando. Súbitamente volvió a abrir el cuaderno; esta vez le atrajo un grupo de figuras, pero ¿qué eran?
No era un funeral, puesto que no estaban de luto.
No era un funeral, pero había un cadáver en un tosco ataúd, cubierto con una vieja vela, llevada por dos de los portadores.
No es un funeral, puesto que los portadores son pescadores, pescadores en su atuendo de todos los días. A unas cien yardas de donde él estaba, hicieron un alto en el camino y tomaron un respiro. Uno se quedó parado a la cabeza del ataúd, los otros se sentaron a los pies.
Y de esta manera, él dio dos o tres pasos para atrás, seleccionó su punto de vista, y comentó a esbozar un rápido contorno. Lo pudo terminar antes que volvieran a ponerse en marcha; pudo escuchar sus voces, a pesar que no podía entender sus palabras, y se preguntó de que podrían estar hablando. Caminó hacia ellos y se les unió.
"Mis amigos, ¿llevan ahí un muerto?" preguntó.
"Sí; un muerto que fue echado a tierra hace una hora."
"¿Ahogado?"
"Sí, ahogado. Una joven, muy bonita."
"Las suicidas siempre son bonitas," dijo el pintor; y entonces se quedó para un rato de pipa y meditación, mirando la sutil forma del cuerpo y los pliegues de la lona que lo cubría.
La vida era una temporada de verano para él, joven, ambicioso, listo, ya que aquello que parecía luto y congoja, no parecía tener parte en su destino.
Al final, pensó que, si esta pobre suicida era tan bonita, él tenía que hacer un boceto de ella.
Dio a los pescadores algún dinero, y ellos accedieron a remover la lona que cubría sus facciones.
No; se diría a sí mismo. Él levantó la áspera, tosca y húmeda lona de su rostro. ¿Qué rostro? El mismo que había brillado en los irracionales sueños de su juventud; el rostro que una vez fue la luz de la casa de su tío. Su prima Gertrude... ¡Su prometida!
Él vio, como en un atisbo, mientras respiraba profundo, las facciones rígidas, los brazos fríos, las manos cruzadas sobre el pecho helado; y, sobre el tercer dedo de la mano izquierda, el anillo, el mismo que había sido de su madre, esa serpiente dorada; el anillo, el mismo que si él hubiera sido ciego, podría reconocer solo al tacto entre cientos de anillos.
Pero él es un genio y un metafísico, una pena, una verdadera pena. Su primer pensamiento fue la huida, una huida hacia cualquier otro lugar, fuera de aquella maldita cuidad, cualquier lugar, lejano a aquel espantoso río, cualquier lugar libre de los recuerdos, lejos del remordimiento: cualquier lugar para olvidar.
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Solo cuando su perro se echó a sus pies, fue que se sintió exhausto, y buscó sentarse en algún banco, para descansar. ¡Cómo le daba vueltas el paisaje frente a sus obnubilados ojos, mientras en su cuaderno el boceto de los pescadores y el féretro cubierto con una lona resplandecía por sobre la penumbra!
Al final, luego de quedarse un largo rato sentado a un costado del camino, un rato jugando con el perro, otro rato fumando, otro rato repantigándose, mirando todo como cualquier estudiante feliz y haragán podría haber mirado, aunque por dentro devorándose la mente con un mismo pensamiento, el de aquella escena matinal, recuperó la compostura, y trató de pensar en sí mismo, ya no más en el suicidio de su prima. Aparte de esto, él no estaba peor de lo que había estado el día anterior. No había perdido su genio; el dinero que había ganado en Florencia aún permanecía en su bolsillo; él era su propio maestro, libre de ir adonde quisiera.
Y mientras seguía sentado en el costado del camino, tratando de separarse a sí mismo de la escena que vio a la mañana, tratando de expulsar de su mente la imagen del cadáver cubierto con la lona de vela, tratando de pensar que haría al siguiente momento, donde iría, lo más lejos posible de Brunswick y del remordimiento, la vieja diligencia vino a los tumbos. Él la recordó; iba desde Brunswick a Aix-la-Chapelle.
Él le silbó al perro, gritó al cochero que detuviera su vehículo y brincó dentro del carro.
Durante toda la tarde, y luego, toda la noche, a pesar que no pudo cerrar sus ojos, nunca dijo una palabra; pero cuando la mañana volvió a romper, y los otros pasajeros se despertaron, comenzando a hablarse unos con otros, él se plegó a la conversación. Les contó que era un artista y que iba a Colonia y a Amberes para copiar unos Rubens, y la gran pintura de Quentin Matsys, en el museo. Recordó, luego de hablar y reir bulliciosamente, y antes, mientras hablaba y reía de manera ruidosa, a un pasajero, mayor y más serio que el resto, que abrió su ventana, cerca suyo, y le dijo que pusiera su cabeza fuera. Recordó el aire fresco golpeando en su cara, el canto de los pájaros en sus oídos, y los campos que se extendían hacia el horizonte frente a sus ojos. Él recordó esto, y luego cayó en un estado inánime, en el piso de la diligencia.
Fue la fiebre que lo mantuvo en el lecho durante unas seis largas semanas, en un hotel de Aix-la-Chapelle. Él se puso bien, y, acompañado por su perro, comenzó a caminar a Colonia. Nuevamente era su antiguo ser. De nuevo el humo azulado de su corta pipa daba vueltas por el aire de la mañana, mientras él cantaba una vieja canción de la universidad que festejaba el buen beber, y de nuevo parando aquí y allá, meditando y dibujando bosquejos.
Él era feliz, y había olvidado a su prima, y así se dirigía a Colonia.
Fue en la gran catedral que se quedó parado, con el perro a su lado. Era de noche, las campanas habían terminado de anunciar la hora, y dieron las once; la luz de la luna llena iluminaba el magnífico edificio, sobre el cual el ojo del artista vagaba en busca de la belleza de la forma.
No estaba pensando en su prima ahogada, ya que la había olvidado y ahora se sentía feliz.
Súbitamente alguien, algo, por detrás suyo, le colocó dos fríos brazos alrededor de su cuello, y abrazó las manos sobre su pecho.
Y no había nadie detrás suyo, ya que en la calle bañada por la luz lunar, se proyectaban solo dos sombras, la propia y la de su perro. Rápidamente se dio la vuelta, pero no había nadie, nada que ver a lo largo y a lo ancho de la cuadra, más que él mismo y su perro; y a pesar que lo sintió, no pudo ver los frígidos brazos que se abrazaron a su cuello.
No era un abrazo fantasma, ya que él pudo sentirlo al tacto, aunque no podía ser real, ya que no podía ver nada.
Trató de quitarse de encima esa gélida caricia. Se puso sus propias manos en el cuello para desunir aquellas que lo rodeaban. Pudo sentir los largos y delicados dedos, húmedos al tacto, y sobre el tercer dedo de la mano izquierda, logró palpar el anillo que había sido de su madre, la serpiente dorada, el anillo que él había dicho que podría reconocer al tacto entre cientos de ellos. ¡Él ahora lo sabía!
Los helados brazos de su prima muerta estaban rodeándole el cuello, las manos de ella estaban firmemente agarradas entre sí sobre su pecho. Se dijo a sí mismo que si se estaría volviendo loco.
"¡Up, Leo!" se gritó. "¡Vamos, muchacho!" y el Terranova saltó a sus hombros, y cuando sus patas tocaron las manos de la muerta, el animal lanzó un terrorífico aullido, y salió disparado del lado de su amo.
El estudiante se quedó parado a la luz de la luna, con los brazos muertos alrededor de su cuello, y el perro a distancia considerable, aullando lastimosamente.
Un sereno, alarmado por el aullido del animal, llegó a la escena para ver que era lo que ocurría.
Al siguiente instante el gélido abrazo se desvaneció.
El joven marchó a la casa del sereno y luego al hotel. Antes le dio un dinero; en gratitud podría haberle dado la mitad de su pequeña fortuna.
¿Volvió a aparecer este abrazo mortal?
Intentó no volver a quedarse solo; se hizo con cientos de conocidos, y compartió los cuartos de otros estudiantes. La gente comenzó a notar su extraño comportamiento, y comenzaba a creer que estaba loco.
Pero, a pesar de estos intentos, otra vez se quedó solo; fue una noche en que la plaza quedó desierta por un momento, y él comenzó a caminar por la calle, pero la calle estaba también desierta, y por segunda vez sintió los fríos brazos sobre su cuello, y por segunda vez, cuando llamó a su animal, este saltó lejos de su amo con un lastimero aullido.
Luego de dejar Colonia, ahora viajando a pie por necesidad (ya que su dinero comenzaba a escasear), se unió a unos vendedores ambulantes, de manera que podía estar todo el día con gente, y hablar con quien quiera que se encontraba, tratando de llegar a la noche y estar en compañía de alguien.
A la noche dormía cerca del fuego de la cocina de la posada en la que paraba; pero cualquier cosa que hiciera, él se quedaba solo con frecuencia, y siendo cosa común para él, volvía a sentir el frío abrazo alrededor de su cuello.
Muchos meses pasaron desde la muerte de su prima, otoño, invierno, hasta que llegó la primavera. Su dinero casi se había agotado, su salud estaba severamente dañada, y él era la sombra de quien solía ser. Se encontraba cerca de París. Había acudido a esta ciudad durante la época del Carnaval. En París, la época del Carnaval le significaba que no se volvería a quedar solo, y no volvería a sentir esa mortal caricia, hasta que podría recobrar su alegría perdida, su estado de salud, y una vez más reiniciar su oficio y profesión, para una vez más ganar dinero y fama por su arte.
¡Cuánto que intentó salvar la distancia que lo separaba de París, mientras día a día se debilitaba más y más, y su caminar se hacía más lento cada vez!
Pero al final, luego de mucho tiempo, logró alcanzar la ciudad. Esta es París, en la que él ingresa por primera vez, París, la que había soñado tanto, París cuyo millón de voces podía exorcisar su fantasma.
París le pareció esa noche un vasto caos de luces, música y confusión. Luces que danzaban ante sus ojos y que jamás se quedaban quietas, música que sonaba en su oído y lo ensordecían, confusión que hacía que su cabeza se vea presa de un inacabable remolino.
Llegó a la Casa de la Opera, donde se daba el baile de máscaras. Había ahorrado un dinero para comprar un boleto de admisión, y para alquilar un disfraz de dominó para cubrir su zaparrastrosa indumentaria. Parecía que había pasado solo un momento desde que había pasado las puertas de la ciudad y ahora se encontraba en medio de un salvaje aboroto en el baile de la Casa de la Opera.
No más oscuridad, no más soledad, sino que una multitud enloquecida, gritando y bailando frenéticamente, del brazo de una chica.
La tempestuosa alegría que sentía seguramente haría que regrese su vieja despreocupación. Él pudo escuchar a la gente a su alrededor hablando de la salvaje conducta de algunos estudiantes borrachos, y fue a él a quien señalaron mientras decían esto, a él, que no se había mojado los labios desde la noche anterior; a pesar que sus labios estaban deshidratados y su garganta seca, él no podía beber. Su voz era densa y ronca, y su articulación poco clara; pero su vieja despreocupación volvió, y él se hizo poco problema.
La chica se cansó, su brazo permaneció en su hombro, mientras las otras bailarinas se fueron yendo, una por una.
Las luces de los candelabros, fueron extinguiéndose una por una.
Los decorados comenzaron a oscurecerse ante la disminución de la iluminación.
Una débil luz de las últimas lámparas, y un pálido haz de luz grisácea proveniente del nuevo día, comenzó a avanzar por entre las persianas medio abiertas.
Y por esta luz la chica se fue desvaneciendo. Él miró en su rostro. ¡Cómo iba sucumbiendo el brillo de sus ojos! De nuevo volvió a mirar en su rostro. ¡Qué pálido se había puesto su rostro! Y una vez más volvió a mirar, y ahora observaba la sombra del que fue un rostro.
De nuevo, el brillo de los ojos, el rostro, la sombra del rostro. Todo se había ido. Y él volvió a quedarse solo; solo en un salón tan vasto.
Solo, y, en un terrible silencio, escuchó los ecos de sus propios pasos en una tétrica danza que no tenía música.
Sin ninguna otra música más que el golpeteo del corazón contra su propio pecho. Los brazos helados volvían a rodearle el cuello, a arremolinarse en torno suyo, ellos no iban a soltarse, tampoco a fundirse; él ya no podía escapar de aquel álgido abrazo más de lo que podía escapar de la muerte. Miró detrás suyo, no había nada más que él mismo en un gran salón vacío; pero podía sentirlo, el frío mortecino, y aquellos largos y delgados dedos, y el anillo que había sido de su madre.
Trató de gritar, pero ya no tenía más poder en su garganta reseca. El silencio del lugar únicamente fue roto por los ecos de sus propios pasos en aquella danza de la que no podía liberarse a sí mismo. ¿Quién podía decir que no tenía pareja de baile? Los gélidos brazos que estaban prendidos a su pecho. Y él no rehuiría de tal caricia. ¡No! Una polka más y caería muerto.
Las luces se apagaron del todo, y media hora después, los gendarmes llegaron con una linterna para ver si el salón había quedado vacío; un perro los seguía, un gran perro que habían encontrado sentado frente a la entrada del teatro. Cerca de la entrada principal tropezaron con...
El cadáver de un estudiante, que había muerto de inanición, y por la rotura de los vasos sanguíneos.



Vive Sólo este Día
(CONSUELO)

Era un día de trabajo común, lunes, según recuerdo. Me vestí para el trabajo, tomé mi cereal y mi vaso grande de café, y luego salí del apartamento directo a mi oficina.
Al llegar, saludé a la recepcionista y seguí mi camino, saludando a todos mis compañeros y recibiendo sus saludos de vuelta. El jefe nos llamó a todos antes de que llegara a mi oficina y nos dijo:
-Muchachos, hoy se incorpora a nuestro departamento de organización de eventos una señorita, espero que le den una cálida bienvenida a Elisa. Por favor, pasa-
La chica era realmente bella, tanto que me sentí cohibido por su hermosura
- Hola-nos saludó- me llamo Elisa
- Hola-la saludé con un poco de frialdad y me dirigí a mi oficina sin mirar atrás.
Continué trabajando, todo normal, y rutinario también, mis compañeros me preguntaron algunas cosas como siempre, yo les respondí, y cuando fue la hora de salida, tomé mi auto y me fui a mi departamento.
Tomé mi comida nocturna, frugal, ya que no tenía ganas de preparar algo mejor, y me acosté a dormir sin ni prender el televisor.
Como cada mañana me desperté cuando sonó el despertador, pero tenía una sensación extraña, algo andaba mal, pero no sabía que.
No fue hasta llegar a la oficina, ver a todos con la misma ropa y hacer lo mismo, que se me ocurrió mirar el calendario. Decía “Lunes”, ¡pero no podía ser!, ¡ayer era lunes!, debe ser que mis compañeros de trabajo me están haciendo una broma, ya me vengaré de ellos más tarde, pensé para calmarme, pero lo cierto era que no me lo creía, cuando el jefe (quien es bastante serio) presentó a la nueva empleada, supe que no era una broma, aún así, pese al miedo, la saludé y me encerré en mi oficina, estaba entrando en pánico, no era posible que estuviera viviendo de nuevo el día anterior, al final, todo siguió igual, volví a casa, de la misma forma que el día anterior (o al menos lo era para mí), me acosté en mi cama rogando para que esto no se repitiera el día anterior, o al menos, descubrir que sólo fue una pesadilla.
Pero, no lo era, y al día siguiente, se repitió la historia, y siempre era igual, al final, acabé resignado, supongo que viviría siempre el mismo día.
Luego de varias repeticiones de ese día, decidí hablarle a la nueva, solo para ver qué tal, de todos modos, sabía que no lo recordaría:
-Hola Elisa, por cierto, lindo nombre-
-¡Gracias!, ¿Cómo te llamas?-
-Alberto-
-Tienes cara de preocupado, ¿Ocurre algo?- había notado mi cara, no debía decirle, no me creería, pero por alguna razón, confiaba en ella más que en nadie, así que le dije lo que sucedía-
-No te preocupes, te ayudaré, aunque no lo recuerde, siempre dímelo, haré todo lo posible por sacarte de eso, pues te creo- se sentía bien contar con ella, al parecer, algo había cambiado ese día. Me sentía aliviado y contento.
Entonces, desperté en una cama de hospital, mi mujer me sonrió, que curioso, en mi sueño, ella era la nueva.
-Amor… ¿Qué pasó?-
-Tuviste un accidente, has estado en coma por una semana-en seguida pensé, las mismas veces que se repitió ese día- y yo siempre he venido a hablarte, y también algunos de tus amigos han venido-



Por:karazu

Todo comenzó esa tarde en el parque de la ciudad, ese día parecía ser uno más como cualquier otro para esa pareja de novios, usualmente siempre después de pasear un poco por el parque llegaban a descansar  en ese lugar, mientras platicaban y hacían planes sobre su futuro juntos, todo parecía ir bien, pronto se  casarían y  ellos creían que llevarían una vida normal y feliz como cualquier otra pareja del mundo, solo que al estar tan inmersos en su felicidad, jamás se dieron cuenta de que esta les iba a ser arrebatada pronto por quien menos se lo imaginaban.
Al llegar a ese lugar nunca se imaginaron que un par de ojos malignos ya los observaba y esta persona había comenzado a crear un plan macabro en su mente él lo llamaba “experimento”, pero en realidad este fue uno de los actos más morbosos y horribles que haya cometido un humano guiado por el odio y la locura.
Este hombre que habitaba una mansión a las orillas del parque, había sido uno de los mejores psicólogos que su país hubiera conocido, exitoso, respetado por sus colegas, en fin la vida parecía haberle sonreído en todos y cada uno de los aspectos, pero había algo que lo incomodaba hace tiempo, que lo hacía sentirse vacio y miserable muy a pesar de su vida de lujos y comodidades, y no lo podía tolerar más estaba dispuesto a  hacer lo que fuera por evitar que su ser siguiera siendo torturado tarde tras tarde todo estaba ya preparado, la tarde siguiente daria inicio a su macabro plan.
Y así fue llego la tarde y con ella el parque comenzó a llenarse de personas, como todos los días, niños jugando, personas que asistían a relajarse un momento después de un día de trabajo, y por supuesto parejas de novios, como siempre, pero aun no llegaba una en especial, aquella que había convertido su vida simple y vacía en un infierno de sufrimiento, espero pacientemente hasta q llegaron, como siempre, después de haber paseado por el parque, se sentaron frente a su mansión, de espaldas a él, mientras conversaban y reían felices de estar juntos, era el momento, había planeado eso por tanto tiempo que no podía dejar pasar la oportunidad.

Bajo apresuradamente las escaleras, y  abrió la puerta que daba a la calle con la misma celeridad que tuviera alguien que huye de algún peligro, sintiendo que cada vez estaba más cerca de conseguir su objetivo, y con esto, descansaría por fin de aquellos recuerdos que lo atormentaban cada tarde al ver a esa pareja ahí, frente a su mansión, por fin llego a la calle, y camino tranquilamente hacia la pareja que en ese momento no ponía más atención que no fuera el uno con el otro, se acerco lo suficiente hasta donde estaban y los saludo cordialmente, después de atraer su atención y   de las correspondientes presentaciones les revelo el motivo de su presencia ahí, les comento que tenía un proyecto de estudio sobre comportamiento de las parejas, y los necesitaba a ellos, dejándoles en claro que si aceptaban, el les compensaría su participación con una buena cantidad de dinero, diciéndoles que si aceptaban, se dirigieran hacia su casa directamente para ultimar los detalles sobre su participación.
Después de  pensarlo bastante decidieron aceptar después de todo estaba en sus planes el casarse y a pesar de que  se habían asegurado de tener todo listo para ese momento, no les caería mal el aprovechar esa oportunidad, así que al día siguiente se dirigieron hacia la casa de aquel hombre para hacerle saber su decisión.
Fueron recibidos por el personalmente, y después de  recibir una respuesta positiva a su propuesta les hizo pasar, invitándolos a comer, mientras lo hacían, el les preguntaba un poco más acerca de su relación, el cómo se habían conocido, cuánto tiempo tenían de estar juntos, cuáles eran sus planes al futuro, de pronto y  casi al mismo tiempo la pareja empezó a sentir cierto sopor, el cansancio repentino les obligaba a cerrar sus ojos, intentaron levantarse, pero no bien lo habían hecho, la chica cayó  pesadamente sobre la mesa, mientras a el chico, las piernas dejaron de responderle al intentar ir en su ayuda y termino cayendo también en ese pesado y extraño sopor repentino.
“Despertaron por fin” escucharon la voz de ese hombre, que ahora parecía ser mas siniestra y amenazante, “sacanos de aquí” grito la pareja casi al mismo tiempo,al darse cuenta que ya no estaban frente al comedor como recordaban, ahora estaban metidos en una jaula de hierro  y al otro lado de ella el hombre que les había  propuesto participar en ese estudio,” que pasa por que estamos aquí” preguntaron, y después de un largo rato de silencio solo escucharon  la voz de el que les dijo “el estudio acaba de comenzar si al terminarse siguen amándose como hasta ahora dicen hacerlo cumpliré lo prometido y les compensare por cada incomodidad causada, si no son capaces de superarlo, terminaran provocando la muerte del ser q mas dicen amar” a continuación solo escucharon la pesada puerta del sótano cerrándose, dejándolos con miles de dudas acerca de lo que les esperaba, el horror apenas comenzaba…..

Pasaron las horas, de manera que parecían una eternidad para la pareja cautiva en esa jaula, lo único que escuchaban eran los ruidos de algunos roedores que deambulaban por el sótano, había pasado más de un día desde la última  vez que vieron a su captor, y no habían vuelto a saber de él , no hasta ese momento, en el que el ruido de la puerta abriéndose de nuevo, interrumpió el silencio presente ahí, dejando ver de nuevo la presencia de este individuo, ahora traía en sus manos un recipiente, ninguno de sus 2 prisioneros tenía idea de que era lo que intentaba teniéndolos ahí, sin hacer mayor cosa, no hasta ese momento, en que al mostrarles el contenido del recipiente, lo que contenía era un trozo más o menos grande de carne el cual sujeto a un varilla de metal e introdujo a la jaula donde se encontraba la pareja, quien tomo primero la comida fue el chico, y al hacerlo se dio cuenta que esta  era únicamente suficiente para una persona, ante lo cual  e ignorando su deseo de saciar su hambre le dijo a su compañera que se alimentara con ella, a lo que ella accedió debido a la falta de alimento que habían sufrido ambos por 2 días, después de esto, vieron que este hombre les acercaba agua, esta si en cantidad suficiente para ambos, y después de eso, hizo algunos apuntes en un cuaderno que llevaba con él y de la misma forma que aprecio, se retiro de ahí sin dar oportunidad a que sus prisioneros le dirigieran algunas palabras,  al siguiente día, se repitió este mismo acto, solo que esta vez el antes de que el psicólogo volviera a salir del sótano, el chico pregunto “por qué razón nos hace esto” “que es lo que espera obtener de un acto así” la respuesta del hombre fue sencilla, “yo no conozco eso que ustedes llaman amor, jamás lo experimente y ustedes me ayudaran a probar que ese es un sentimiento inexistente “ después de estas palabras se dirigió hacia la jaula desde donde el chico había preguntado y acercándose a él le dijo “sigue como hasta ahora y eso q haces por librarla de el hambre se convertirá en su sentencia de muerte”, después de esto se dio media vuelta y salió del sótano, mientras el chico repetía lo q había hecho y dejando que su novia se alimentara de nuevo con toda la comida que les habían dado permaneció ahí desconcertado por las palabras que acababa de escuchar.
Paso más de una semana después de este último incidente, y algunas cosas habían comenzado a cambiar, muy a pesar de que el chico había resistido de buena forma el hambre, los últimos 3 días se vio forzado a empezar a compartir la comida con su novia, lo cual no satisfacía la necesidad de ninguno de alimentarse y esto los había afectado demasiado física y psicológicamente, ante estos nuevos hechos el psicólogo hizo algo que desencadenaría la locura en sus prisioneros, y dejaría de manifiesto lo que el había dicho unos días, llego como siempre y les dejo la porción insuficiente de alimento de los últimos días y a continuación les dijo : “esta es la última vez que les traeré alimento en un muy buen tiempo, si para cuando vuelva los 2 siguen sintiendo el uno por el otro lo que sentían antes de estar aquí, los sacare y les daré lo prometido, a continuación se fue de ahí mientras reía de manera grotesca.
Pasaron 2 días después de esto, y ninguno de los 2 prisioneros se había atrevido a tocar la comida, aun seguían pasando muchas cosas por la mente de cada uno, hasta que al fin el instinto de supervivencia les hizo reaccionar, el primero que intento tomar la comida fue el chico, y al hacerlo fue empujado por su novia la cual después intento también tomar el ultimo trozo de carne que aquel hombre les había dejado, en ese momento fue cuando todo termino, ellos ya no podían razonar mas a causa del hambre pelearon cual si fueran 2 bestias salvajes disputándose una presa, hasta q de pronto, se escucho un golpe seco, la cabeza de la chica había chocado contra los barrotes de la jaula, y esta se encontraba ahora inerte, mientras la herida causada por el golpe, dejaba escapar una gran cantidad de sangre, de momento esto no le importo para nada a su compañero, quien al no tener más obstáculos para alimentarse lo hizo de manera apresurada después de esto, se quedo de nuevo todo en silencio, hasta que  el chico termino de alimentarse con lo poco que el científico les había dejado, después de esto, se acerco a observar a su novia, solo para darse cuenta que ella estaba muerta, la había matado el mismo, esto acabo por fin con la poca cordura que aún conservaba después de tantos días de encierro, y  lo que haría a continuación era algo que nadie en  sus más oscuras pesadillas hubiera visto, ante la necesidad de seguir alimentándose, mordió el cadáver de la chica y arranco un trozo de su carne masticándolo rápidamente, mientras emitía gruñidos parecidos a los de una bestia, no quedaba vestigio alguno de su humanidad, comió hasta satisfacer el hambre, y mientras esto ocurría, a través de una pantalla en la parte superior de la casa, el causante de todo este horror escribía en su libreta lo siguiente
Conclusión del experimento: El amor no existe, ante la amenaza en la propia existencia, el humano es capaz de llegar a cualquier extremo con tal de sobrevivir, incluso de matar a quienes dice amar.
A continuación se levanto y salió de nuevo a la calle, llevando consigo una maleta, y el objetivo de continuar en otro lugar con sus estudios acerca de esto, después de todo, hasta ahora era apenas el primer intento, debía ver si aun había en algún lugar una pareja que pudiera dar evidencia de que el amor existía, y aun sigue por ahí, esperando encontrar una nueva pareja para continuar su diabólico estudio.
FIN.

1 comentario:

  1. uhhhh ahora que veo esta historia aqui me acordé que la había leido la otra vez ...

    felicidades!! de verdad lograste atraparme con la historia!!

    Neko_Matsutake

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